Tal y como el subtítulo de esta cuarta entrega indica, la mejor palabra que podría definirla es CRISIS LETAL. Esperaba que Santiago Segura no tropezase con la misma piedra, llamada 'Torrente 3: El protector', pero se ha pegado una hostia muy grande. Está claro que donde no se dará los morros será en la facturación de entradas, y es que no olvidemos que estamos ante nuestro particular Rey Midas, capaz como pocos de tintar en verde los desastrosos números rojos que deja cada año el balance de nuestro cine patrio. Y más verde será aún con los ingenuos que como los que fuimos a verla el sábado, se dejen unos 10 € en un 3D totalmente prescindible ¬¬
Con un inicio realmente brillante, las cosas como son, la película cae rápidamente en una espiral de cameos muy nociva, que hasta llega por momentos a agotar nuestra paciencia. La lista de famosos (la mayoría famosillos de medio pelo) es interminable y tanta verdulera de tele-basura como protagonista del papel couché se hace muy cansino. Los propios cameos, reclamo principal de la película, ahogan a ésta condenándola a presentar el peor guión de la saga con diferencia. La sensación que se palpa en todo momento es que la mayoría de "celebrities" están puestos cual maniquí en un escaparate, metidos en la trama haciendo mucha fuerza con el calzador. Hay algunos muy acertados (Andreu Buenafuente o Yon González), pero hay algunos realmente deplorables (Cesc Fábregas o la tan anunciada, Belén Esteban).
A pesar de no olvidarse de sus orígenes, pues deja algún que otro guiño para la galería (Tony Leblanc y sus bicicletas de estaño, por ejemplo), se olvida de lo más importante: una misión policial que dé alas al personaje de Torrente y con ello a toda la película. Pepito (Carlos Latre) dejó el pabellón a la altura de la calificación más paupérrima, por eso Kiko Rivera "Paquirrín" hasta le ha ganado esa batalla, pero aún así esa victoria resulta muy insuficiente teniendo en cuenta a los míticos Rafi (Javier Cámara) y el gran Cuco (Gabino Diego). El único morbo, por así decirlo, que despierta esta vez el compañero de Torrente es por ver a Paquirrín hacer algo productivo... algo, lo que sea. Asimismo, con una pareja sin pegada y un guión demasiado mediocre, el panorama se le ha presentado duro al señor Segura.
A fin de cuentas la película está salvada porque caía sobre un colchón muy mullido con nombre propio y apellido: José Luis Torrente. Su personaje es ya todo un icono gracias a su racismo, machismo, fascismo... adicción al sexo, alcohol, drogas, etc. Por lo poco que podríamos descorchar el champán con esta cuarta entrega es porque su personaje se ha vuelto más "destroyer" a pesar de verle llorar en un par de escenas. Ahora se mete en el bolsillo las propinas ajenas de mesa en mesa, tiene el piso infestado de "sin papeles" que le retribuyen cada mes y no se amedentra por pedirle a un compañero suyo de género (Barragán en este caso) que le haga una limpieza en sus bajos fondos. Todo lo que gira entorno a este ex-policía zafio y corrupto es una maravilla, lo malo es estar rodeado de tanta fauna televisiva y el no contar con un guión que no dé vergüenza ajena.
Después de todo lo malo que he dicho, debo hacer mención a su parte buena, que haberla haila, y es que al fin y al cabo te hechas una risas, no al nivel en que lo harías en la primera o la segunda, pero la mayoría de chascarrillos que suelta el seboso de Torrente, están logrados y levantan una sonrisa. Cabe destacar los créditos iniciales, los cuales con un marcadísimo estilo James Bond como en sus entregas predecesoras, están muy currados y alguna que otra escena de acción, que sin ser nada del otro mundo, para ser española, se dejan ver estupendamente.
Lástima que la saga se ha vendido en exceso y con ello se haya ido a pique, y espero que después de esta NO piensen seriamente en estrenar una quinta entrega porque creo que sería el funeral de Jose Luis Torrente.
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