Tres cuartos de hora para que empiece la final de la Copa del Rey. Mi compañía, un bulldof francés de 2 años apodado Kratos que hecha más gases que una unidad de GEOS en plena operación. La comida, una triste calzone de pollo a la barbacoa del Mercadona acompañada de Coca Cola Zero (ante todo, cuidando la línea).
Curioso, para un día que tengo la tele sola para mí voy y veo un partido de fútbol, (bueno, no es cualquier partido, pero a mi no me gusta el fútbol) aunque tampoco me agrada ver la tele normalmente.
Es el escenario perfecto a una semana de mierda. De mierda desde ayer por la tarde, cuando me llamó mi pareja diciéndome que no llegaba hasta el viernes cuando en realidad debería haber estado aquí el jueves a mediodía, llevándose al traste los únicos planes que teníamos en toda la Santa Semana, para el viernes. Tan solo es un día más tarde, pero uno más acumulado a 4 de antes son muchos días en soledad. Y cuando estoy sola y cabreada lo veo todo negro y todo me parece mal.
Cualquiera diría que llevo años en esta situación. Lo cierto es que apenas hace 2 semanas que mi novio va dando tumbos entre la geografía francesa y española. Él es quien menos culpa tiene, el problema soy yo Estos síntomas ya me los conozco de sobras. Una se encierra en mi misma mandando a la mierda cualquier sentimiento de alegría que se le despierte en el corazón. Ve al mundo y a las personas felices y se autocompadece de ser una desgraciada por la situación en la que se encuentra. ¿El antídoto? al fin y al cabo estar sola y esperar a que la puerta de entrada se abra.
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